Masonería para Todos

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lunes, 7 de mayo de 2007

LA MASONERIA ESPECULATIVA


Diego Figueroa
- Carrera de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofí­a y Letras, Universidad de Buenos Aires
- Centro de Investigaciones Masónicas Hiram


El nacimiento de la Masonerí­a Especulativa moderna puede fecharse el 24 de junio de 1717, cuando cuatro logias londinenses, The Goose and the Gridion (La Oca y la Parrilla), The Crown (La Corona), The Apple Tree (El Manzano) y The Rummer and Grapes (El Cubilete y las Uvas), se reunieron para formar una Gran Logia y elegir un Gran Maestro, es decir, no decidieron
fusionar las cuatro logias en una sola sino la creación de un organismo federal que se denominó "Gran Logia" y con un Gran Maestro al frente, siendo Anthony Sayer el seleccionado (Corsetti 1992; Ferrer Benimelli 1976; Hutin 1980; Lappas 1958; Lavagnini 1989).

El primer reglamento de la Gran Logia fue adoptado en 1721 y luego, en 1723, el pastor presbiteriano James Anderson redactó las Constituciones de la confraternidad de los francos y
aceptados masones, cuya segunda edición apareció en 1738, revisada, corregida y partiendo siempre de los Old Charges (Antiguos Deberes).

Sin embargo, diversos autores afirman que la Masonerí­a actual deriva directamente de los antiguos gremios de constructores de la Edad Media e, incluso, de los Collegia de la época romana.

Estos gremios de masones operativos, autores de las catedrales europeas, no eran solamente corporaciones profesionales sino también hermandades en las que se enseñaban y practicaban
los secretos de su oficio, el "Arte Real" de la construcción, los cuales eran guardados celosamente a través de rituales, sí­mbolos, palabras de orden y contraseñas táctiles que permití­an a sus miembros reconocerse y ayudarse.

Con el paso del tiempo, estas cofradí­as de constructores comenzaron a admitir en su seno a miembros ajenos al oficio, que podí­an ser personajes notables o influyentes de la alta sociedad o funcionarios públicos destinados a prestar ayuda, patrocinar y realzar el prestigio de los gremios.
Estos miembros, que eran denominados "masones aceptados", terminaron imponiéndose a lo largo de los años a los masones operativos, pasando la Masonerí­a de ser "Operativa", compuesta por constructores, a ser "Especulativa", la cual conservó los principios, usos tradicionales, signos y, a tí­tulo simbólico, las herramientas, instrumentos y los términos del arte de construir.

Es decir, la Masonerí­a actual no inventó su liturgia y sus sí­mbolos ni los tomó prestados de otras sociedades secretas, sino que les fueron transmitidos por sucesión directa por estos gremios, convirtiéndose en una institución ética y filosófica con un sistema de moral velado por alegorí­as e ilustrado por sí­mbolos.

LA MASONERIA OPERATIVA Y SU CARACTER INICIATICO

Se encuentra instalada la idea de que la Masonerí­a Operativa antigua estaba compuesta simplemente por picapedreros medievales dedicados exclusivamente al oficio de la construcción.

Sin embargo, ya en el siglo XVIII, el Caballero escocés Andrew-Michael Ramsay, considerado por algunos como el "padre espiritual" de los Altos Grados masónicos, afirmó, en su famoso Discurso en la Logia de Lunebourg, que "el nombre de Franc-Masón no debe ser tomado en su sentido literal, burdo y material, como si quienes nos instituyeron hubieran sido simples obreros de la piedra o solamente curiosos que deseaban perfeccionar su arte (Ferro 2006:2).

Según Ferrer Benimelli, entre los albañiles medievales se practicaba una doctrina secreta de su oficio y se daba una enseñanza secreta de la arquitectura a base de símbolos y de una ciencia mí­stica de los números que aplicaban a los trabajos de construcción" (Ferrer Benimelli 1976:29).

Justamente, para autores como René Guenon, los masones operativos eran más que simples obreros o artesanos y practicaban un simbolismo en el que hay que ver la expresión de ciertas ciencias tradicionales relacionadas con lo que puede designarse como "Hermetismo", es decir, "una tradición de origen egipcio, revestida después por una forma helenizada, sin duda en la época alejandrina, y transmitida bajo esta forma, en la Edad Media , al mundo islámico y cristiano a la vez" (Guenon 1993: 396), lo cual podría observarse en las figuras simbólicas de diversos monumentos religiosos y en el plano mismo de las catedrales medievales.

En realidad, según Guenon, no existir­an muchos sí­mbolos que podrí­an llamarse propia y exclusivamente "masónicos", ya que incluso aquellos más especí­ficamente "constructivos",
como la Escuadra y el Compás, han sido comunes a un gran número de corporaciones, siendo también utilizados en el simbolismo puramente hermético (como es posible observar en la figura del Rebis hermético del siglo XVII).

La Masonerí­a Operativa, afirma Guenon, era verdaderamente completa en su orden, poseyendo a la vez la teoría y la práctica correspondiente, y su designación deberí­a entenderse como una alusión a las "operaciones del arte sagrado", del cual la construcción según las reglas tradicionales era una de sus aplicaciones.

Los dos aspectos operativo y especulativo se encontraban reunidos en estas corporaciones de la Edad Media , que utilizaban ciertas expresiones claramente herméticas como aquella de "Gran
Obra". Guenon señala, respecto a esto, que, en la antigua Roma, Jano era el dios de la iniciación a los Misterios y también de los Collegia fabrorum, las corporaciones de artesanos, quienes le tributaban un culto especial y en cuyo honor celebraban las dos fiestas solsticiales correspondientes a la apertura de las dos mitades ascendente y descendente del ciclo zodiacal, costumbre que continuó siendo practicada en las corporaciones de constructores, pero, con el Cristianismo, estas fiestas fueron identificadas con los dos San Juan de invierno y verano (de aquí­ la expresión masónica de "Logia de San Juan"). Podrí­a suponerse entonces que, debido a esta relación, aquellas corporaciones eran ya poseedoras de una tradición de carácter auténticamente iniciático.

La Masonería Operativa , por lo tanto, tendrí­a un carácter mucho más profundo que el que usualmente se le otorga, lo cual se deberí­a a que en una civilización tradicional, como la cristiana de la Edad Media , los oficios poseen un valor espiritual y un carácter verdaderamente "sagrado" y "ritual", por lo que pueden servir de "soporte" a una iniciación.

Existirá, así­, una conexión entre las artes y los oficios por un lado y las ciencias tradicionales por otro, lo que convertirá la construcción arquitectónica en la realización "artesanal" de un modelo cósmico (Guenon 1970, 1989, 1995).

Estos conocimientos tradicionales, es decir, la Gnosis propiamente dicha, la cual constituirí­a el fondo común de todas las iniciaciones, se encuentra representada en la Masonería por la Letra G de la Estrella Flamí­gera.

Esto constituirí­a el auténtico secreto masónico y la iniciación masónica comportarí­a tres fases distintas consagradas a su descubrimiento, representadas por los tres Grados de Aprendiz, Compañero y Maestro (Guenon 1970).

Podrí­a afirmarse, entonces, que, de la misma manera que Dante expresó, en la Divina Comedia , "¡Oh vosotros, que gozáis de sano entendimiento; descubrid la doctrina que se oculta bajo el velo de tan extraños versos" (Dante 2001:42), en la Masonerí­a #los que tienen ojos para ver no encuentran dificultad alguna en penetrar el lenguaje simbólico e identificar las verdades que vela" (Lappas 1958:16-17).

1 comentario:

Anónimo dijo...

exposición clara y precisa, mas allá de todo interés particular por promover intereses, constituye un paso necesario de opinión en el que estan cimentados los verdaderos origenes y desarrollo posterior en la moderna masoneria...

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