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LA MASONERÍA Y EL MOVIMIENTO OBRERO:
IMAGOS E IDEAS PARA UNA REFLEXIÓN TEÓRICA
Departamento de Historia, Arte e Xeografía.
Facultade de Historia.
Universidade de Vigo
IMAGOS E IDEAS PARA UNA REFLEXIÓN TEÓRICA
Departamento de Historia, Arte e Xeografía.
Facultade de Historia.
Universidade de Vigo
Se teoriza en este trabajo sobre las influencias, concurrencias e interrelaciones de índole emblemática e ideológica que existieron entre estas dos culturas políticas: la francmasonería y el obrerismo. Que una forma de sociabilidad iniciática, esotérica, filantrópica, liberal y, fundamentalmente, burguesa, llegue a tener una clara influencia en la historia del movimiento obrero desde sus mismos inicios, llama poderosamente la atención de cualquier curioso en el tema.
Filantropía masónica y proletariado
Desde el mismo siglo de su creación, el XVIII, la masonería británica fue la primera en preocuparse, a nivel estrictamente filantrópico, de la cuestión obrera en su industrializado Reino Unido. La fundación y sostenimiento de instituciones de beneficencia como hospicios, escuelas y centros asistenciales donde se acogió a una zona menesterosa del primer proletariado moderno de la historia, fue y es una de las preocupaciones más relevantes de toda su acción corporativa.
Más tarde, ya entrado el siglo XIX, las logias inglesas irán asimilando en sus iniciáticos misterios a elementos instruidos y cualificados de su proletariado nacional, llegando la masonería británica en esta preocupación proletarista al extremo de ofrecer sus propios locales para que dieran cobijo a una de las más importantes reuniones preparatorias de la Primera internacional obrera, como recogen, tanto el historiador alemán Max Nettlau como el anarquista y masón español Anselmo Lorenzo -citando éste la obra Garibaldi: Historia Liberal del Siglo XIX de Rafael Farga y Pellicer-, cuando el engolado y prestigioso hiramismo británico decimonónico cedió su Free Masons Tavern para que aquel célebre mitin, convocado por Karl Marx, la denominada Fiesta de la Fraternización Internacional del 5 de agosto de 1862, pudiese llevarse a efecto.
Coincidiendo con lo estudiado mucho más tarde por André Combes, el citado historiador anarquista Max Nettlau en su obra La anarquía a través de los tiempos nos dice que, si no fuese por los francmasones socialistas organizados en "las pequeñas logias masónicas avanzadas de 1850 y 1858, que reunían socialistas internacionales", no se podría llegar jamás a la reunión fundacional de la Asociación Internacional de Trabajadores del 28 de septiembre de 1864.
Algo semejante va a ocurrir en otras naciones como Estados Unidos, donde su primer sindicalismo de clase poseerá una nomenclatura de clara influencia masónica.
En la Francia prerrevolucionaria, durante el Primer imperio, como recuerda André Combes, se inicia el tibio y lento proceso de aceptación de proletarios en las logias francesas que se irá acentuando, progresivamente, a partir de la Restauración borbónica y durante la monarquía "burguesa" de Luis Felipe de Orleans donde, pensando en los proletarios, se rebajarán las tasas o gastos mínimos de iniciación y habrá una declarada política de permisividad por parte de esta masonería con la exigencia de la alfabetización del neófito.
Pero no habrá directo y manifiesto interés por la clase obrera y por el societarismo por parte de la masonería gala hasta los mismos inicios de la segunda mitad del siglo XIX cuando, como ya hemos adelantado y siguiendo lo dicho por el profesor Combes, serán los masones exiliados en Inglaterra después del golpe de Luis Napoleón Bonaparte, los que funden la logia Philadelphes, cuyo título ya anunciaba -o recordaba- viejos aires conspiradores, logia madre de la que saldrá la gran logia del mismo nombre.
Aquí, en este ambiente de masonería republicana y socialdemocrática cada vez más extenso, con su recién fundada Gran Logia de Philadelphos, encontraremos a republicanos y socialistas célebres como Jean-Baptiste Boichot, Bradlaugh, el yerno inglés de Marx, o Louis Blanc, y de este entorno masónico saldrá nada menos que la Sociedad Fraternal de Demócratas-Socialistas Franceses, amén de destacados internacionalistas de primera hora como Le Lubez, Combault, Vésinier o Benoit, los auténticos organizadores de la A. I. T., si seguimos en esto lo dicho por el serio y positivista historiador libertario Max Nettlau.
Estos masones entendían a su institución como un auténtico y arquetípico modelo de democracia con la obligada praxis de ayudar a la transformación de la sociedad humana, siguiendo la vieja y triangular divisa masónica de "Libertad, Igualdad y Fraternidad", y a la logia, como una escuela de formación cultural y científica.
Los objetivos inmediatos contenidos en el programa de esta masonería que, por otro lado, casi cuatro decenios más tarde, en plena Primera restauración borbónica, llegaría a España cobijando a una buena zona del republicanismo y del obrerismo español de final de siglo, eran, como nos dice Combes, dos: la lucha contra la ignorancia por medio de la escolarización, y "la ayuda al proletariado en su emancipación", especialmente, por medio de la creación de -presumimos proudhonianas- mutualidades.
Así se explica, como sigue apuntando Combes y ya hemos adelantado, la fuerte presencia de la masonería en el seno del movimiento societario y de la Primera internacional; y, probablemente, también esto nos puede dar la clave del origen o del porqué de esa asunción de parte de la simbología masónica para representar la nueva emblemática de esta importante asociación obrera. Dado que, al ser los masones de este hiramismo "menfita" los auténticos organizadores de la A. I. T., éstos pudieron proponer o influir en dicha iconografía, obteniendo para ello la lógica aquiescencia o apoyo del resto de los nada escasos internacionalistas masones.
Recordemos que, en 1867, de esta corriente masónica que tendrá como principal teórico a un viejo utópico sansimoniano, amigo y "hermano" de Proudhon, Marie-Alexandre Massol, se separará un pequeño grupo anarquizante que creará la revista L'Action maçonnique, caracterizado por un violento antiteísmo y que pretenderá convocar a la masonería para que se comprometiese, directamente, en las luchas políticas y sociales.
En España, país de tan tardía Revolución industrial, la masonería no comenzó a iniciar a proletarios, que sepamos, hasta entrado el llamado Sexenio revolucionario o democrático (1868-1874), en realidad, cuando comienza su denominada edad de oro. Aunque en la "anecdótica" masonería de la Era isabelina, sabemos de logias como la Los Amigos de la Naturaleza y Humanidad, estudiada por Victoria Hidalgo Nieto, donde su "cuadro logial" poseía un abultado número de operarios de la fábrica de vidrio de Gijón. A partir de 1868, el hiramismo hispano irá desarrollando -paulatinamente y según "obediencias" o "masonerías"-, una auténtica campaña de "popularización" de las logias, al dirigir manifiestamente su acción proselitista hacia los obreros, sobre todo durante el último cuarto del siglo diecinueve y, más tarde, durante el primer tercio del veinte; en realidad, hasta el final de la última guerra civil, en 1939. En esta historia, un larguísimo elenco de anarquistas, socialistas y algún que otro comunista autoritario pasarán por las logias españolas desde el siglo XIX hasta el bélico final de la Segunda república.
La creación del constructo romántico "masón y revolucionario"
La politología nos habla de sociedades secretas, como: los Iluminados de Babiera de Adam Weishaupt -de nombre de guerra Spartakus-, que para intentar llevar a cabo su complot, habían copiado formas y maneras francmasónicas; la orgánicamente triangular Conspiración de los iguales de François Noël Babeuf, de sobrenombre Gracchus; los Philadelphos con sus tres grados y sus nombres de guerra; la Sociedad de los Sublimes Maestros Perfectos creada como una" organisation secrète politique de forme maçonnique", como nos explica el Dictionaire de la Francmaçonnerie dirigido por Daniel Ligou; la misma masonería española de la época citada del Sexenio negro que también utilizará el "Nombre simbólico" como medida de seguridad, siendo la logia militar coruñesa -cuyos miembros eligieron alias como Washington, Filadelfo, etc.-, la que, por primera vez en la historia de las masonerías ibéricas, inicie esta tradición; y después, las sociedades secretas conspiradoras que, remedando parte de las formas y maneras francmasónicas, fueron apareciendo a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, como el carbonarismo, los comuneros, los anilleros, las sociedades secretas republicanas en Francia, las mazzinianas Joven Italia y Joven Europa, las de los progresistas a lo largo de toda la española Era isabelina y, ya dentro del incipiente movimiento obrero internacional, la secreta Fraternidad internacional creada, en 1864 y en Florencia, por Mihail A. Bakunin.
Esta sociedad secreta bakuniniana recuerda en ocasiones la propia organización y el estilo discursivo masónico al uso y, en otras ocasiones, el discurso piensa en la masonería a la hora de definir, en contraposición a ella, su particular y revolucionaria fraternidad secreta, veámoslo:
"La sociedad internacional revolucionaria se constituirá en dos organizaciones diferentes: familia internacional propiamente dicha y las familias nacionales (...). La familia internacional. Únicamente compuesta por hermanos internacionales, tanto honorarios como activos, será ella la clave de bóveda (...). El candidato (...). Es preciso que esté convencido de que no podrá servir mejor que compartiendo nuestros trabajos, y que sepa que, al ocupar un puesto entre nosotros, contraerá con respecto a nosotros el mismo compromiso solemne que nosotros contraemos respecto a él (...). Debe comprender que una asociación cuyos fines son revolucionarios debe necesariamente formarse como sociedad secreta, y que toda sociedad secreta en interés de la causa a la que sirve y de la eficacia de su acción, así como en el de la seguridad de cada uno de sus miembros, debe someterse a una fuerte disciplina, que no es por otra parte más que el resumen y el puro resultado del compromiso recíproco que todos los miembros han acordado unos respecto a otros, y que por lo tanto es una condición de honor y un deber el someterse cada uno a todo ello (...), no toleraremos más que un maestro, nuestro principio (...). Inclinándonos con respecto ante los servicios pasados de un hombre, apreciando la gran utilidad que podrían aportarnos los unos por su riqueza, los otros por su ciencia, los terceros por su alta posición y su influencia pública, literaria, política y social, lejos de buscarles por todo ello, veremos en lo dicho un motivo de desconfianza (...). Al entrar entre nosotros, el nuevo hermano deberá comprometerse solemnemente a considerar su deber hacia esta sociedad como su primer deber, concediendo como su segunda obligación su atención a cada miembro de la sociedad, su hermano"
Esta secretísima sociedad revolucionaria fundada y sostenida por Bakunin y denominada, curiosamente, de variadas maneras como: Sociedad Internacional Revolucionaria, Fraternidad Internacional, Societá dei Legionari della Rivoluzione Sociale Italiana, acabaría siendo el origen o la causa de las denuncias dirigidas contra él en el seno de la Internacional, por parte de un "britanizado" intelectual como Karl Marx, su yerno Lafargue, Engels y Utin, ocasionando la expulsión del carismático l'enfant terrible de la A.I.T., en 1872.
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