El 24 y 25 de
diciembre ha sido una fecha especial para muchos. A lo largo y ancho de la
Tierra, fueron elegidas esas fechas para celebrar el alumbramiento de la Reina
del Cielo, la Virgen Celestial de la
Esfera (Isis, María, Coatlicue, Maya), y el nacimiento del Dios Sol, bajo distintos
nombres: Jesús, Buda, Mitra, Baco, Adonis, Horus, Huitzilopochtli, Hércules,
Frey, todos ellos simbólicamente nacidos durante el Solsticio de Invierno, cuya
puerta abría Jano (la puerta de los dioses en invierno).
Al Solsticio de Invierno se le denominó “La noche Triple”, aludiendo así
a las Tres Luces Sagradas o Trinidad simbolizada por un triángulo,
representando que Dios el Salvador del que se trate, nace conteniendo a tres
personas en una sola Divinidad.
Lo mismo en Roma se tomó a este fenómeno como
días santos, mediante la celebración “Natalis Solis Invietti” (Aniversario de
nacimiento del Sol invisible).
Los pueblos germanos celebraban este Solsticio con el nombre de Jule
Feast (Fiesta Navideña).
Los escandinavos le llamaron “La Madre
Nocturna” y la Fiesta fue llamada Jul, que significa Navidad (Navidad es Natividad o Nacimiento... del Sol).
El
árbol de Navidad tiene sus orígenes en la antigua creencia germana de que un
árbol gigantesco sostenía el mundo y que en sus ramas estaban sostenidas las
estrellas, la luna y el sol; su nombre era Ygdriasil. Esto que explica la
costumbre de poner a los árboles luces.
Ciertas especies de árboles fueron considerados como
símbolos de la vida, aquéllos que no perdían en el invierno su verde follaje,
cuando casi toda la naturaleza parece estar muerta o dormida.
En algunas casas en los países nórdicos durante el invierno,
se cortaban algunas ramas y se les decoraba con pan, fruta y adornos brillantes
para alegrar la vida de los habitantes de la casa mientras transcurría el
invierno; de ahí la permanencia de las coronas y guías navideñas.
El árbol en sí tiene varios significados trascendentales,
ya que ha sido entendido como un símbolo de la unión del cielo y la tierra:
ahonda sus raíces en la tierra y se levanta hasta el cielo. Por eso en varias
religiones, el árbol es un signo de encuentro con lo sagrado, del encuentro del
hombre con la divinidad y de la divinidad con el hombre.
En
Mesoamérica el árbol guardaba un significado místico, inclusive se tenía el ahuehuete como un árbol sagrado (de Huehueteotl, Dios del Fuego -o al
ahuejote, nativo de la región de Xochimilco, en la Ciudad de México-). También
así era para las tribus nórdicas europeas, celtas, quienes tenían árboles
sagrados, alrededor de los cuales se reunían para ritualmente entrar en
comunión con la divinidad.
En el norte de Europa, sus habitantes celebraban el
nacimiento de Frey, dios del Sol y la fertilidad, adornando un árbol perenne,
en la fecha próxima a la Navidad “cristiana”. Este árbol simbolizaba al árbol
del Universo, Yggdrasil, en cuya copa se hallaba Asgard (la morada de los
dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín; y en las raíces más profundas estaba
Helheim (el reino de los muertos). Los cristianos tomaron la idea del árbol,
para celebrar el nacimiento de Cristo, pero cambiándole totalmente el
significado.
Para los bretones, pueblos celtas del sur de la Gran
Bretaña y norte de Francia, el árbol de Navidad fue descubierto por Parsifal o
Perceval, caballero de la mesa redonda del rey Arturo, que mientras estaba
buscando el Santo Grial vio un árbol lleno de luces brillantes, que se movían
como estrellas.
El hecho es que varios pueblos de Europa, Asia y
América consideraban que los árboles eran una manifestación de la madre
naturaleza, por lo que les rendían culto. Creían que cuando el árbol perdía sus
hojas al llegar el otoño, el espíritu de la naturaleza había huido, por lo que
les colocaban diferentes ofrendas para que regresara.
Después se agregó la tradición de poner regalos para
los niños bajo el árbol (enviados por los Reyes Magos, extraño que el
cristianismo hable de Magos cuando en la biblia los sataniza, mismo caso de
Aarón y Moisés, pero hay sus excepciones como en todo lo que le convenga),
Olentzero o Papá Noel dependiendo la leyenda de la región donde se encuentre,
pues para los fenicios este personaje era conocido como Moloch, personaje del
antiguo mito solar del solsticio de invierno, el cual el cristianismo maquilló
como la figura del obispo cristiano de origen griego llamado Nicolás. Se estima
que San Nicolás de Bari, nació cerca del año 280 en Turquía, era hijo de una
familia acomodada, y se le conoce por haber realizado milagros a niños y por su
gran generosidad al compartir regalos con la gente pobre, de ahí que fuera
considerado Santo, convirtiéndose en el patrono de países como Grecia, Turquía,
Rusia y Lorena (Francia).
Como se comentó en la introducción, en la antigüedad
se celebraba el nacimiento del hijo de la Madre de los Cielos, bajo cualquiera
de sus nombres, que alumbraba al sol naciente, bajo cualquiera de sus nombres.
Semiramis y sus seguidores sostenían que en el solsticio de invierno, un árbol
siempre verde brotó durante la noche de un tocón seco en Babilonia, lo cual
anunciaba que Nimrod volvería secretamente todos los años a la misma hora para
dejar presentes en el árbol.
Los primeros documentos que nos hablan de la costumbre
de colocar en Navidad árboles de abeto o de pino en las casas, son del siglo
XV; entre ellos se menciona a la región de Alsacia, tierra que se encuentra
como Alemania y Francia. Según estos documentos, en los países nórdicos,
comienzan a reunirse las familias en torno a un árbol de Navidad. El día 24 los
niños eran llevados a pasear o de día de campo, mientras los adultos colocaban
y decoraban con dulces y juguetes el árbol; a su regreso los niños eran sorprendidos
con un hermoso árbol decorado y así daba inicio la celebración de la fiesta de
Navidad (nacimiento del sol).
Volviendo a la idea de que para los hombres los
árboles tienen un significado muy especial y que en todas las culturas
encontramos que el árbol tiene cierto significado antropológico, místico y
poético, se le tiene cierta reverencia por los beneficios que aporta al hombre.
Es muy común el que los árboles estén relacionados con la fecundidad, el
crecimiento, la sabiduría y la longevidad, pero en primer lugar se asocia al
árbol de Navidad con el árbol de la vida de las distintas creencias en el mundo;
la fruta y las decoraciones nos recuerdan las gracias y dones que la naturaleza
ha brindado a todos los seres creados para su sustento.
Con el renacimiento del sol todo lo creado renace, al
igual que el interior del hombre renace y tiene acceso a la plenitud de la vida;
eso explica la existencia de muchos “niños divinos” alrededor del mundo. Mediante
el árbol de navidad se agradecen esos dones e inspira a esperar otros nuevos. Por
eso representa a la naturaleza restaurada y engalanada para recibir al nuevo
sol que garantizará la supervivencia de todas las especies, así como esperar la
prosperidad y la evolución.
El árbol perennemente verde saluda en nombre de la
naturaleza renovada al mundo; con otra idea más apropiada por el cristianismo,
se inspira el Salmo 5 al afirmar:
"Alégrense los cielos y la tierra,
retumbe el mar y el mundo submarino.
Salten de gozo el campo y cuanto encierra,
manifiesten los bosques regocijo".
Al igual que el sol, el árbol de Navidad también
representa al árbol que nace y que con el tiempo madura y dará frutos, que en
su momento serán cosechados (Ningún árbol
fue tan rico ni en frutos ni en flor, se afirma en la Liturgia del Viernes
Santo).
Sus luces son las estrellas, el cosmos, aunque
representaban así mismo al fuego (antes de las luces eléctricas, se colocaban
clips decorativos para colocar pequeñas velas en ellos; y la estrella que se
coloca en la punta, representa a la estrella polar, que sirve de orientación al
hombre desde el cielo.
Isabel Martínez Pita, en un artículo navideño, indica
que su origen se remonta a la época de los celtas, donde era considerado un
elemento sagrado de la naturaleza. Se sabe del uso del árbol, adornado y
venerado por los druidas de centro-europa, cuyas creencias giraban en torno a
la sacralización de todos los elementos de la naturaleza. Estos pueblos
celebraban el cumpleaños de uno de sus dioses adornando un árbol perenne en el
solsticio de invierno.
Expansión
de su uso
Es posible que el primer árbol de Navidad, como lo
conocemos hoy, se registre en Alemania, donde se implantó por primera vez en
1605 para ambientar el frío de la Navidad, comenzando así su difusión. A
Finlandia llegó en 1800, mientras que a Inglaterra lo hizo en 1829, y en el
Castillo de Windsor se vio por primera vez en 1841, con lo cual esta costumbre
cobra fuerza y se extiende como moda, cuando la Reina Victoria para celebrar la
Navidad hace colocar un árbol en el palacio, decorándolo con velitas que hacen
relucir una serie de bellos y finos adornos. Después de la muerte de la reina,
el pueblo se puso de luto y se dejaron de colocar los árboles en las casas por
un tiempo, pero pronto se recuperó esta tradición e Inglaterra volvió a
iluminar sus hogares con los árboles de navidad.
La costumbre llegó a España en el año 1870, por una
mujer de origen ruso llamada Sofía Troubetzkoy, que después de enviudar del
duque de Morny, hermano de Napoleón Bonaparte, contrajo segundas nupcias con el
aristócrata español Pepe Osorio, el Gran Duque de Sesto, uno de los mayores
promotores de la Restauración borbónica que permitió a Alfonso XII reinar. Por
ello, parece ser que la primera vez que se colocó un árbol navideño en España
fue en Madrid, en el palacio de dichos nobles, edificio que ocupaba el lugar
donde actualmente se contempla el Banco de España, en el Paseo del Prado,
esquina con la Calle de Alcalá.
De Inglaterra pasó directamente a Estados Unidos en
tiempo de la colonización. August Imgrand, un hombre de Ohio, fue quien instaló
el primer árbol navideño en 1847, desde entonces es este país el que ha
abanderado la instalación de adornos por Navidad.
En China no utilizan pinos sino naranjos porque estos retoñan
y florecen en diciembre; en Japón esta fiesta tiene un significado de amor
hacia los niños, y los árboles son decorados con cascabeles de vidrio, abanicos
de colores y papel dorado.
San Bonifacio,
el hombre que quiso eliminar este árbol… ¿Bonifacio, Lutero o Winfrid?
San Bonifacio (680-754), misionero de los primeros
tiempos del cristianismo, se encontró en la Alemania del siglo VII con el culto
a estos árboles y se propuso eliminar esta legendaria tradición, por lo que ante
la mirada de los germanos tomó un hacha y cortó el árbol, plantando en su lugar
un pino, símbolo perenne del amor perenne de Dios, y lo adornó con manzanas y
con velas, alterando su significado diciendo que las manzanas representaban a las
tentaciones y al pecado original, y que las velas eran la luz de Cristo que
ilumina el mundo. Comprendió que era imposible arrancar de raíz esta tradición “pagana”
(ajena al cristianismo), y la adoptó dándole un sentido cristiano (como muchas
otras tradiciones), haciendo que el árbol adornado fuera también un símbolo del
nacimiento de Cristo (solsticio de invierno).
Aunque muchos otros comentan que Martín Lutero (1483-1546)
fue quien introdujo esta costumbre al adornar con manzanas a un árbol, para
tratar de explicar los dones que los hombres recibieron con el nacimiento de
Jesucristo. Mucho consideran que fue él quien “lo inventó”. Según la leyenda,
una noche en la que Lutero regresaba a casa, observó que la luz de las
estrellas centelleaba en las ramas de los árboles cubiertos de nieve. Esto le
hizo recordar la estrella de Belem que guio a los pastores la noche en que
nació Jesús e inspirado por esta imagen taló un árbol, lo llevó a su casa y lo
decoró con velas, nueces y manzanas tratando de explicar así los dones que los
hombres recibieron con el nacimiento de Jesucristo.
Otra versión dice que un monje inglés, llamado
Winfrid, taló un roble durante una nochebuena, para evitar que los celtas le
ofrecieran sacrificios humanos y sucedió que en el lugar de donde fue derribado
el roble, brotó milagrosamente un abeto.
Sin embargo, es difícil conocer exactamente cuándo
comenzaron a utilizarse los adornos de Navidad, aunque se tiene el dato de que
en el año 200 ya fue denunciado el uso de árboles en estas fechas, de forma
pagana.
Una
versión siniestra
Ramón Talavera Franco, tiene una versión un poco más
siniestra, afirmando que el primer árbol de navidad fue decorado con sangre o
incluso carne, afirmando que en la Alemania precristiana se realizaban dos
ritos: el primero al Dios Odín (Padre de todos, según la mitología escandinava),
donde un grupo de guerreros se reunía en torno al roble sagrado de Odín y a
manera de tributo, ofrendaban las vidas de los prisioneros de guerra. El
segundo rito era dedicado al Dios Thor, (hijo de Odín y considerado como el más
fuerte de todos los Dioses nórdicos), mediante una ceremonia a la cual se
llevaban pencas de palma de doce hojas, cada una de las cuales representaba un
mes del año; al finalizar la ceremonia, encendían la punta de cada hoja y
apilaban las palmas en forma de pirámide formando una hoguera en su honor.
Sea o no cierto, la Corona de Adviento sí tiene su
origen ahí, pues existía la costumbre de encender velas durante el invierno para
ofrendar al dios sol, pidiéndole que regresara con su luz y calor. Los primeros
misioneros aprovecharon esta costumbre para evangelizar a las personas: el
círculo como símbolo del tiempo reflejado en el ciclo de las estaciones; las
ramas, significando la persistencia de la vida a través del elemento vegetal y
la adoración al Sol como origen y fuente de la vida mediante la luz de las
velas.
Cuatro velas decoran la corona de ramas verdes, cuyo
color se corresponde con el de las vestiduras del sacerdote a lo largo del
periodo de Adviento. Tres colores litúrgicos se utilizan en la corona de
Adviento: el morado, color de profundización espiritual y preparación en las
velas correspondientes a las tres primeras semanas de Adviento; el color rosado
se usa en la misa del Domingo Gaudete (la tercera semana de Adviento), y
resulta de la mezcla del morado con el blanco, para indicar la cercanía de
Navidad; finalmente, en algunas coronas se pone una quinta vela, más grande y
de color blanco, que se enciende el día de Navidad.
Difusión
y comercialización de los adornos
Los abetos necesitaban decoraciones, por lo que se
comenzaron a crear adornos en algunos
pueblos de Alemania. En estos mercados, la gente compraba regalos, comida, pan
de jengibre y adornos de velas para colocarlos al pie de sus árboles, en la
época donde las familias comenzaron a tener la costumbre de reunirse en torno
al árbol de navidad, como empezó a llamarse. Fue entonces cuando el 24 de
Diciembre, fecha del Solsticio de Invierno (el cual por los cambios de la
tierra es ahora el 21 o 22 de diciembre), alterado como “nacimiento de Cristo”.
También las mujeres se encargaron de confeccionar
decoraciones navideñas en sus casas, siendo algunas de ellas: ángeles, pequeñas
bolsas que contenían regalos secretos, canastas con almendras azucaradas y
velas.
Siglos
XIX y XX
Debido a la cada vez mayor tala de árboles, se
empezaron a fabricar los árboles artificiales en Alemania y se exportaron a
todos el mundo, a través de tiendas como FW Woolworth. Fueron seguidos por
patentes de luz eléctrica y ganchos de metal para colgar las decoraciones.
Estos primeros árboles eran pequeños, pero a finales
del siglo 19, comenzaron a fabricarse
árboles cada vez más grandes. Esto marcó un hito en la sociedad, convirtiéndose
en un símbolo de estatus: mientras más grande era el árbol, más opulenta era la
familia. Y con respecto a los adornos ¡ni se diga! Fue la época en la que se
sobrecargaban los árboles con todo tipo de decoraciones.
En ese entonces el mercado de árboles y adornos de
navidad empezaba a expandirse por toda América y Europa, pero durante la
primera guerra mundial, los árboles de navidad tuvieron que ser guardados en
sus cajas en espera de la ansiada paz. En Inglaterra, por ejemplo, algunas
familias optaron por decorar pequeños árboles y colocarlos en sus refugios,
como una manera de aligerar su espera, pero al finalizar la guerra, inmensos
árboles de navidad decoraron las plazas públicas y los hogares.
A mediados de los años 60’s, las ideas modernistas
acapararon el mercado de los árboles de navidad y empezaron a crearse los
árboles de aluminio plateado, pero hacia los años 70’s se recobró el gusto por
los árboles naturales.
Ahora, los materiales, tamaños y formas de los árboles
de navidad son muy variados, de material sintético, naturales, secos, frescos,
blancos, dorados o verdes, con nieve artificial o sin ella. Los fabricantes
compiten por hacer adornos cada vez más llamativos y las tiendas llenan sus
anaqueles con esferas, muñecos, ángeles, Santa Clauses que ríen y bailan moños,
campanas, piñas, galletas, guirnaldas, animales y esferas multicolores, regalos
y todo tipo de adornos coloridos; luces de colores con o sin música, revistas
para elaborar manualidades, y toda una industria que crece año tras año en
torno a la navidad.
Sin duda alguna, el árbol de navidad es uno de los
símbolos más hermosos de esta época del año; siempre causan admiración porque
cada uno tiene su encanto especial que refleja la creatividad e incluso las
ideas y creencias de quienes lo ponen, y que hacen de cada árbol de navidad una
obra única y digna de ser admirada.
*
**
***
****
*****
******
*******
********
*********
**********
*
*
Sobre
el resto de las tradiciones de la temporada, se recomienda leer el artículo “Tradiciones
Decembrinas”, de Rosa María González Chávez, en el vínculo "Fiestas de la Tierra" en este blog.
1 comentario:
GRACIAS POR LA INFORMACIÓN APRENDI MUCHAS COSAS NUEVAS E INTERESANTES PARA MI SE LOA AGRADEZCO Y ANTICIPADAMENTE LES DESEO UNA FELIZ NAVIDAD Y PROSPERI AÑO NUEVO SINCERAMENTE SERGIO MIRANDA NAVARRO
Publicar un comentario