LOS MASONES

Acaba de reunirse en Barranquilla un congreso masónico. Acudieron delegados de todos los Orientes del país, y se dio una gran tenida en el hermoso templo masónico de aquella ciudad, a la que asistieron más de dos mil hermanos, de escuadra y compás.

Quizás en Antioquiase tiene una idea un poco falsa de lo que es la Masonería. Su solo nombre extraño evoca visiones terroríficas y el pronunciarlo nada más, delante de ciertas personas, acarrearía por lo menos al atrevido, el ser quemado vivo en la plaza mayor.

Sin embargo yo presumo y temo que la Masonería sea en el fondo una institución inocente y apacible, una especie de Sociedad de San Vicente de Paúl, laica. Me apresuro a insinuar a mis conciudadanos estas presunciones y estos temores, porque si ellos resultan ciertos, la Masonería va a propagarse con furor en nuestro pueblo caritativo, lo que no será del todo deseable, ya que aquí la plétora de sociedades de beneficencia, integrada por gentes de todos los matices políticos y filosóficos, está siendo verdaderamente alarmante.

Tanto, que amenaza concluir con es espíiritu mismo de la caridad, puesto que, muy pronto, vamos a tener con que ya no hay pobres en el Derpartamento. Y si desaparecen los pobres, ¿cómo podríamos ejercer la caridad?.

Cuando estuve en la Costa, un amigo de cierta influencia me propuso:

- ¿ Quiere usted entrar a la Masonería ?

- ¿ Pero es verdad que celebran la Misa Negra? ¿ Es verdad que echan a la suerte para decidir quién asesina a algún personaje importante?

¿ Es verdad que derrocan gobiernos y hacen revoluciones, y comen niños asados, y beben la sangre de vírgenes misteriosamente desaparecidas?.

Ante estas preguntas curiosas, hijas de mi educaregional, aquel hombre sereno sonrió, y acercándose más, me dijo muy en secreto, con cierto temor de ser oído de alguien:

- La Masonería sólo persigue el bien de la humanidad...

- ¡ Ah ! ¡ Entonces no entro !

¿ Y para qué ? Someterse uno a llevar la escuadra y el triángulo en el prendedor de la corbata, a saludar siempre disponiendo las manos de cierta manera y a endosarse un uniforme estrafalario en los días de tenida, hacer todo eso para perseguir nada más que el bien de la humanidad, bastante problemático por otra parte, es una verdadera simpleza.

La decadencia visible de la Masonería y la escasez en ella ahora de ciertos espíritus penetrantes y fuertes, obedece sin duda a que se está comprendiendo ya que es una institución inofensiva.

Aquella leyenda terrible que las viejas timoratas y los sagaces confesores habían acumulado sobre los pobres masones, con el fin ostensible de provocar en nosotros un odio santo hacia esos presuntos enemigos de la religión y emisarios personales del diablo, atraía precisamente en virtud de una aureola misteriosa y de su intenso sabor a cosa prohibida y extraordinaria.

El relato sugestivo de aquellos ritos extraños celebrados a media noche en quién sabe qué cuevas diabólicas, sublevaba las imaginaciones propias de los estudiantes, y muchos deseábamos con cierto ardor perverso, llegar aser alguna vez hermanos tres puntos 23 o 47 de esta secta anatemizada.

Pero desengañémosnos de la Masonería. Para perseguir el bien del prójimo, con más o menos eficacia, nos bastaría con entrar a la cofradía de hijos de San José, que sólo llevan una cinta azul en el pecho, con medalla de la Virgen.

LUIS TEJADA CANO

Publicado: El Espectador, Medellín, 7 de agosto de 1920.